Con casi 30 años de trayectoria, Ximena Rosales, ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza y promoción de prácticas responsables hacia el medioambiente, destacando la importancia de inculcar estos valores desde la infancia. Su vocación por la educación comenzó a temprana edad, asegura que “Siempre tuve ese don y gusto por estar con los niños”, rememorando cómo, desde sus primeros años, sintió una conexión con los jóvenes y un interés natural por guiarlos.
Su vida tomó un giro decisivo a los 15 años, cuando asistió a un campamento de educación ambiental en Chile durante los años 80. La actividad fue organizada por estudiantes de veterinaria que formaban parte de un club de vida silvestre, donde tuvo su primera experiencia directa con la educación ambiental. Este evento, que ella recuerda con claridad, la impactó profundamente y se convirtió en un pilar fundamental para su desarrollo profesional. Desde ese momento, sintió una gran motivación por trabajar en este ámbito, y años después lo retomó con la misma pasión y convicción.
Desde 2008, Ximena ha trabajado en el Colegio Aliwén, en el que no solo imparte conocimientos ambientales, sino que también coordina diversas iniciativas para integrar estas temáticas en el currículo escolar. En 2011, lideró el proceso de certificación ambiental del establecimiento, un logro que ha sido fundamental para consolidar una cultura medioambiental en la comunidad educativa. Además, como directora del comité de gestión ambiental del colegio, ha sido clave en la organización de actividades y proyectos orientados a sensibilizar tanto a estudiantes como a profesores sobre la importancia del cuidado del entorno.
Ximena destaca que su labor no se limita a transmitir conceptos teóricos. Para ella, es esencial que los niños vivan experiencias prácticas que les permitan entender su relación con el medioambiente. “Los niños son como esponjas”, afirma, “si desde pequeños viven la experiencia de la educación ambiental, esto se convierte en parte de sus hábitos”. Rosales compara esta enseñanza con el hábito de lavarse los dientes: “Si aprendemos desde chicos a cuidar nuestros dientes para evitar caries, del mismo modo debemos aprender a cuidar nuestro entorno para prevenir daños al planeta”. Este enfoque busca que los estudiantes desarrollen un sentido de pertenencia hacia el medioambiente, algo que considera esencial para que, al llegar a la adultez, sean personas conscientes y comprometidas con la protección de la naturaleza.
Viviendo en Valdivia, una ciudad rodeada de humedales y ríos, Ximena Rosales enfatiza la importancia de que las nuevas generaciones reconozcan su rol dentro del ecosistema local. “Nosotros en Valdivia vivimos sumergidos en el río, somos parte de esta ciudad humedal, y debemos sentirnos responsables de cuidarla”, sostiene con convicción. Para ella, es crucial que los jóvenes entiendan que proteger su entorno no solo contribuye a la preservación de los ecosistemas, sino que también garantiza un futuro sostenible para las próximas generaciones. “Debemos cuidar este Valdivia para que siga siendo hermoso para las futuras generaciones”, concluye.
Más allá del ámbito escolar, Ximena también colabora con otras organizaciones, participando en talleres y facilitaciones con diversos grupos. Su visión integral de la educación ambiental ha permitido que su labor se extienda más allá de las aulas, involucrando a comunidades y fortaleciendo redes de colaboración que promuevan una cultura de respeto y protección hacia la naturaleza.