Arquitecta, gestora cultural y cantante del grupo Malicia, Melissa Toro ha construido un camino creativo donde la música se convierte en un puente entre su historia personal, la memoria de sus ancestras y la naturaleza.
Criada en gran parte por sus abuelas, reconoce que de ellas heredó el amor por lo natural y la conexión con los ciclos vitales. “Absorbí mucho de ellas: del jardín, de su cariño por la naturaleza. Para mí, cuando cuido la tierra, siento que también me estoy cuidando a mí misma”, afirma.
Esa relación atraviesa sus composiciones. Su disco “Danza Circular” está inspirado en los ciclos de la luna, las aguas y las emociones, y lo describe como un proceso sanador. En cambio, “Efímera” nació en medio de la pandemia y del estallido social en Chile, reflejando tensiones colectivas y personales. “Todo se volvió consumo: de objetos, de relaciones, de cuerpos. Eso impregnó mucho el proceso de composición”, explica. Canciones como “Máquinas que te secan el corazón” o “Arañas” abordan justamente esas experiencias de desecho y desgaste.
Melissa reconoce que su influencia anglo la marcó desde pequeña, lo que la llevó a componer también en inglés, pero siempre con la intención de conectar esos sonidos con su territorio. “Es un homenaje a este lugar lluvioso, a sus tormentas, a sus aguas”, comenta.
Su trabajo no se limita a la música. Como gestora cultural ha sido parte fundamental del Festival Lluviosas, un espacio liderado por mujeres. “Quería aprender lo técnico para que ninguna compañera fuera tratada con desprecio por no saber algo. Fue un proceso de profesionalización colectiva, y al mismo tiempo de cuidado”, recuerda.
Al mirar su trayectoria, Melissa transmite un mensaje claro: la urgencia de atreverse a crear. “Háganlo ya. El tiempo no se recupera. Nuestra existencia es efímera, y lo que hoy parece un miedo pasajero, mañana ya no importa. Lo esencial es lanzarse, porque la música es resistencia y también amor propio”.
Con una voz que entrelaza experiencia, memoria y compromiso, Melissa Toro confirma que su obra va más allá de los escenarios: es una forma de vida y un llamado a conectar con lo esencial.
